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Restaurar ecosistemas: señales de que el Medio Ambiente no puede esperar más.



El pasado sábado, en el Día Mundial del Medio Ambiente, Naciones Unidas dio inicio al Decenio sobre la Restauración de Ecosistemas (2021-2030), una misión global para revivir miles de millones de hectáreas de bosques y tierras de cultivo. Se trata de una acción necesaria y urgente para mejorar los medios de vida de las personas, acercarnos a los Objetivos de Desarrollo Sustentable y construir sociedades que alcancen la violencia cero.


Pero el primer paso es tomar consciencia de lo que sucede en el mundo. Durante el 2020, en materia ambiental hemos podido ver que, como resultado de los aislamientos impuestos para frenar el avance del COVID-19, los animales avanzaban sobre terrenos “conquistados por el hombre”.


También fuimos espectadores de los incendios forestales que comenzaron a principio de año en Australia arrasando con todo lo que se encontraba a su paso. California quedó devastada y marcó un nuevo y lastimoso récord de hectáreas quemadas. En Argentina, vimos arder como nunca las sierras cordobesas y a principios de este año, sucedió lo mismo con la Patagonia.


Pero más allá de lo gráfico que resulta ver animales caminando por avenidas o las llamas destruyendo todo lo que aparece en su camino, hay un lado B sobre la destrucción de los ecosistemas y lo conocemos como refugiados ambientales. En enero del 2020, el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas anunció que abría las puertas a las solicitudes de asilo por cambio climático, después que Nueva Zelanda se lo negara a un ciudadano de Kiribati, un país de Oceanía con 100 mil habitantes que se espera quede sumergido en 10 o 15 años por el avance del Océano Pacífico.


Fueron muchos años de explotación de recursos desmedida que hoy se manifiestan en realidades crudas. No podemos seguir mirando para otro lado. Desde la acción más pequeña hasta la coordinación de esfuerzos nacionales e internacionales con políticas sólidas en términos medioambientales, pueden ayudar a restaurar los ecosistemas y como consecuencia de ello a construir sociedades más seguras, pacíficas con mejoras sustanciales en la calidad de vida.


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